En estos años he pintado en todo tipo de localizaciones, desde colegios a gimnasios y espacios públicos. Me adapto a las peticiones del cliente pero siempre manteniendo mi estilo.
Aunque parece haber una gran diferencia entre mi formación como ingeniero y mi pasión por el arte, veo una gran conexión entre los dos campos. Ambos requieren atención al detalle y habilidades para resolver problemas.
La ingeniería me ha enseñado a ser muy detallista y a tener una mentalidad analítica, lo que me ayuda a planificar y diseñar cada uno de mis proyectos artísticos con precisión. Cuando hago un mural o un grafiti, por ejemplo, necesito tener en cuenta factores como el espacio disponible, el material a utilizar o el mensaje que quiero transmitir.
Por otro lado, el arte me permite expresar mi creatividad de una manera única y personal. A través de mis trabajos artísticos, puedo plasmar emociones y sentimientos. Además, me encanta el hecho de que el arte puede llegar a muchas personas y ser una forma de comunicación universal.
En definitiva, mi objetivo es que mis trabajos embellezcan los espacios transmitiendo mensajes o simplemente hacer que la gente los contemple y los aprecie.